Los seres humanos tenemos un botón en la conciencia que nos indica cuando algo es justo y cuando no lo es, aunque ese pensamiento no tenga nada que ver con nuestros actos.
Dicho con ejemplos cuando tratamos de educar a un hijo y nos excedemos en el castigo el hijo siempre reaccionará con más rebeldía porque siente que no has obrado con justicia.
A veces los adultos recordamos con cariño cuando nuestros padres nos daban una bofetada por decir palabrotas. ¿por qué? Porque esa bofetada accionó el botón de la justicia sabíamos en el fondo que era un irrespeto hablar de esa manera.
Cuando se recuerda con dolor una fuerte paliza por haber dañado sin querer algún objeto de la casa es simplemente que en ese momento no había sentido de la justicia, ningún niño siente justo que le rompan la cabeza por haber roto una taza, el niño llora y siente que sus padres no le quieren y esas heridas duelen más que la misma golpiza y cuando sea adulto querrá romper todas las tazas como quién quiere romper el dolor de haber vivido una infancia cohibida y violenta.
Con ésto no pretendo decir que no se debe educar y disciplinar a un hijo pero asegúrate que cuando lo hagas accionas el botón de la justicia, si es un niño pequeño una palmada en las nalgas sin que el golpe transpase el pañal acciona su botón porque sabrá que soltarse de la mano de su madre para pasar una avenida le está salvando la vida. Una bofetada sin romper la boca a un niño que le dice groserías a sus propios padres acciona el botón porque sabrá que de adulto al gritar malas palabras a las demás personas puede evitarle problemas. Decirle a un adolecente que no puede salir con sus amigos porque la noche y el alcohol son peligrosos acciona el botón de la justicia cuando sepa que una persona alcoholizada puede morir en un accidente de tráfico.
Recuerda que una palmadita a tiempo con amor y justicia es mejor que una paliza a un adolescente rencoroso y harto de recibir malos tratos. Si su botón de la justicia no se ha accionado correctamente prepárate para recibir el odio de tu propio hijo.
Cuando disciplines un hijo siempre explícale porque lo haces, la próxima vez que necesites disciplinarle ya no será necesaria la palmada sino las palabras de reflexión. Respira y cuenta hasta diez antes de actuar y cuando actúes tienes que saber que en ése instante sientes amor por tu hijo y no rabia.
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